Mar 29, 2008

BIENVENIDA GLADYS ARMIJO

Cuando se apaga o se extingue una antorcha en un lugar lleno de sombras, la oscuridad pretende la gloria del infinito y del poder absoluto. En su sueño demente y altanero, pretende extender le penumbra hasta el último confín y aún más allá.

Hoy nos toca despedir una luz inmensa, un faro que iluminó tantos caminos que, sencillamente, ya no es posible calcular el maravilloso impacto de su herencia. La huella de su resplandor será la marca de tantos destinos, que cuesta asumir el adiós. Definitivamente, no se nos da la gana hacerlo.

Quienes dejan tanto de si en nuestro propio vivir, en el cotidiano de nuestro andar, es verdad que no se van; no es mentira que se quedan. Es real y se siente su presencia, la calidez de sus palabras, la dignidad de sus acciones, la correspondencia entre la idea y el verbo. La honestidad inquebrantable de una vida entera en el duro y escaso sendero de la consecuencia.

La serenidad y la paz de quien siempre dijo lo que pensó e hizo lo que dijo, inunda hoy nuestros corazones y hace sentir su abrazo. Así la despedida se transforma en bienvenida, y las lágrimas, en el orgullo de haberte conocido, en la responsabilidad de honrar tu memoria, de cuando menos intentar estar a la altura de una parte de tu legado.

Acompañaremos la última estación de tu tránsito amable, de esa sonrisa desbordante de humildad y ternura. De esa candidez, tan tuya, que te acompañó hasta el final del viaje y que es la viva imagen que hoy nos recorre y estremece por completo.

Hay contrastes que perturban ¿y por qué no decirlo? nos llenan de rabia. Nos sugieren, además, la clásica confrontación entre cantidad y calidad. La cualidad de recibir el respeto, el cariño y la genuina admiración de todos nosotros, es algo que muy pocos pueden merecer. Eso no hay nadie que te lo podrá arrebatar jamás.

Por el contrario, hoy lidiamos con una plaga enorme de cucarachas y ratas. Fariseos que han venido a servirse de nuestra querida Universidad, que andan por la vida ostentando sus títulos y cargos, que bien sabemos no valen nada, al igual que ellos.

Son los mismos que exhiben sus currículos sin la más mínima vergüenza y que jamás escucharon de una palabra llamada ética, mucho menos de aquella que te retrata a la perfección y que hoy pronuncio con voz fuerte y clara: dignidad. Vasallos de quien ostente el poder de turno. Sólo los menciono a modo de antítesis. Espero sepas disculparme, queridísima Gladys. No era mi intención ensuciar este momento con semejante escoria. Ya tendremos tiempo de hacer un aseo general en nuestra casa y acabar con tanta podredumbre. Ya habrá tiempo para eso. Es nuestro compromiso.

Y es que hay quienes no pueden ver un espacio abierto sin pretender clausurarlo de inmediato; hay quienes se desesperan al pensar que hay un “nosotros”, porque nunca han conocido algo más que el yo, sólo saben vivir en primera persona singular, paralizados como estatuas, monolitos del hedonismo y la autocomplacencia.

Pero también hay personas, otras muy distintas a éstas últimas, que en lugar de competir hablan de solidaridad y están dispuestos a practicar lo dicho; unos y otras, senderos hermanos que se arriman y se funden como un solo latido; una fuerza capaz de conjugar todos los tiempos en una sola voz que pronuncia y encarna el verbo, en primera persona plural. Y es en el NOSOTROS donde siempre habrá un espacio, un lugar especial, reservado para ti. Y tú lo sabes.

Por eso repito las veces que sea necesario: es verdad que no te vas, no es mentira que te quedas. Ya eres parte de nuestra historia, esa que sólo el fuego es capaz de inmortalizar realmente.

Bienvenida, Gladys Armijo.

Nuestro amor queda contigo. Y así el tuyo queda entre nosotros, por siempre.



Mauricio Labarca Abdala
(Ex Presidente del CEDIS)
Santiago, 29 de Marzo del 2008

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