Feb 8, 2008



Palabras de despedida de su hija Soledad

Al despedirte,
Madre,
cómo poder resumir
tu sencilla magnificencia,
tu mano simple y pequeña
escribiendo tus teorías universales
del por qué el hombre está
unido a la Tierra,
elemento que nos prometió
alcanzar nuestra más pura humanidad,
sin embargo, hoy nos traiciona
y la sepultamos bajo polvo, cemento
la seccionamos en una medida absurda,
llamada HECTAREA
vendiéndola al mejor postor.

Olvidamos el oler
la tierra húmeda
pero tú nunca.
No te avergonzabas de lo digno
que es abrir la Tierra
con tus manos,
mirarla y hablar con ella,
compartir su fruto
con otra boca.

Madre,
tu enseñanza siempre fue el esperar
el momento preciso para mirar
y escuchar encontrando
un rayo de luz diáfano,
un color único reflejado en la ventana.

Tu niñez
fue un tránsito
entre el amor y la supervivencia.
Luego tu adolescencia
vivió entre el libro, descifrando sus signos
fascinada por el descubrimiento,
tu tesón por encontrar las respuestas,
la constancia del estudio nocturno,
sonámbulo, sorprendida por el silencio de la madrugada

Cuando eras estudiante
encontraste la pasión y el amor:
nace Rodrigo,
nazco yo,
nace Moraima.
Siempre estuvo presente
el luchar por tus ideas
que te hacían analizar el dualismo
de la mano y de la Tierra
entre el darnos pecho
y apaciguar nuestro llanto.

Empezaste tu viaje
y al andar por el mundo
te mimetizaste
con la esencia del Todo.
Tus pies hermosos,
tozudos
navegaron por tierras desiertas,
amazónicas,
blancas y frías,
re-emergiendo en ciudades románicas
y luego despertando
en tierras indómitas.

Ahora debes
andar tocando las estrellas,
danzando con el polvo cósmico
navegando dentro de un gusano galáctico
riéndote con el viento
que se produce en barlovento
jugando con las flores
que amanecen en los jardines,
con la sonrisa de un niño,
con la dulzura de un apretón de manos
con la palabra consecuente.

Fuiste única,
fuiste magnífica.

Por siempre te amaremos

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